El Mercurio – Vida y Salud (Sábado 16 de Abril de 2005)
El Mercurio – Vida y Salud (Sábado 16 de Abril de 2005)

Familia:
El afán por ser la mamá perfecta y matea

En una época donde impera la eficiencia y se sabe más de sicología, muchas mujeres se devoran los libros de estimulación y corren todo el día con tal de no fallarle al hijo. Pero eso puede no ser tan bueno para él.

MARÍA PAZ CARVAJAL

Tras vivir un tiempo en París y volver, ya convertida en madre, a Estados Unidos, la escritora y biógrafa de Hillary Clinton, Judith Warner, se encontró con una realidad irreconocible que rápidamente la contagió.

«Me compré una 4×4, inscribí a mi hija mayor -que no es para nada atlética- en fútbol. Algunos de sus compañeros de curso, todos de 3 años, asistían además a clases de gimnasia, de arte, de natación y de música. La puse también en ballet. Me compré una colección de libros sobre habilidades de prekinder. Andaba en estado de pánico silencioso».

A partir de su experiencia y la de 150 mujeres que entrevistó, a Warner sólo le quedó escribir «Perfect Madness: Motherhood in the Age of Anxiety», («Locura perfecta: maternidad en la era de la ansiedad»), su último libro lanzado en febrero.

Sin embargo, no hace falta caminar por suburbios norteamericanos para toparse con escenas similares.

Todo perfecto

No se puede generalizar, comenta la sicóloga clínica Marie Louise Duhalde, pero hoy no son pocas las mamás jóvenes -y ya se ven matrimonios- que viven así: consiguiéndose lo último en sicología infantil y efecto Mozart, corriendo todo el día para no perderse ninguna reunión de apoderados, intentando todo tipo de talleres y métodos nuevos.

El lema pareciera ser «no fallar», y en las tiendas del rubro lo confirman. «Los manuales de estimulación se agotan al tiro. Algunas mamás hacen casi compra de supermercado, sobre $100 mil. Todo tiene que ser perfecto y top, hasta la escobilla para mamaderas. A veces compran colchones antirreflujo antes de que nazca la guagua», comenta una dependiente.

Detrás de esta tendencia, la sicóloga detecta varios factores.

Por una parte, «hoy nos enfrentamos al paradigma social del éxito y la eficiencia. Y por la otra, como las terapias están en apertura, también hay más conciencia de las patologías mentales, de los traumas y una validación de los especialistas. Esto lleva a que crezca aún más el sentimiento de culpa cuando se trabaja y a no querer omitir ningún detalle».

La mamá de Cristina (31) ya era una «hard worker» en los ’80, cuando ella era niña. «Recién ahora estoy captando todo lo que me hizo falta y no quiero repetirlo. Por eso estoy pendiente de la emocionalidad de mi hija, no sólo de lo material. Es verdad que a veces me pillo siguiendo pautas más que actuando con libertad: que al niño hay que hacerlo participar, enseñarle a elegir, ojalá que no vea tele, que uno debe estar presente, etc., etc. Me cuesta desestructurarme», reconoce.

Para la sicóloga Bárbara Placencia, no es que esta actitud haga perder el instinto, sino todo lo contrario. La gente hace rato dejó de estar en contacto consigo misma y eso lleva a apoyarse en respuestas externas (libros, internet, juguetes especiales, etc.).

De nuevo está de moda amamantar, pero dentro de un estilo de vida diferente al original.

«La mujer no tiene el mismo tiempo, compite por su espacio laboral y a eso le suma el apego con el hijo, pero en dos horas», opina la especialista.

En este contexto, las herramientas externas pueden ayudar a usar mejor ese escaso tiempo. Todo bien, enfatiza la profesional, en la medida en que inconscientemente la maternidad no se transforme en un administrar información y recursos (como un check list de ítemes por cumplir), y se nos olvide que es un vínculo humano. No hay que perder de vista la riqueza de la espontaneidad, la gratuidad y el disfrute espontáneo con el otro.

El doctor Miguel Pizarro, pediatra de la Clínica Tabancura, estima positivo que los padres hoy estén más informados y atentos al desarrollo de sus hijos.

«El problema es que en ocasiones eso genera ansiedad, pues van surgiendo cada vez más dudas y esa inseguridad se puede traspasar a los niños». De hecho, precisa, «muchas madres sienten que el niño está con ruido al pecho y van directo al médico broncopulmonar».

«Mati, mi amor, no he podido llegar a la casa. ¿Cómo está mi amor? Pobrecito, ha estado solito, pero la mamá lo quiere mucho, mucho. ¿Qué, que le duele la guatita? No llore, la mamá va corriendo para allá». (Acto seguido) «Paula, soné, juntémonos otro día mejor».

¿Suena conocido?

El resultado de esta mamá y de muchas: una mujer exhausta, que se va olvidando de sí misma.

Paradójicamente, «no hay peor cosa para una buena maternidad que estar desconectada de uno misma. Si no tienes respeto por tu individualidad, llega un minuto que eso empieza a generar rabia contenida, uno se siente irritable, ambivalente y eso no contribuye a ningún ambiente familiar», comenta Marie Louise Duhalde. Por lo demás, los niños rápidamente perciben esa entonación de culpa-disculpa y empiezan a manipular.

El amor implica presencia, pero calidad de la presencia. «O sea, capacidad de contener, de diálogo, y una persona que está absolutamente sobrepasada, por mucho que lo vaya a dejar y a buscar a todas partes, no sé si le quedarán ganas de escuchar. Por último, el niño la ve tan agotada que mejor se queda callado», opina Bárbara Placencia.

Además, el mensaje que hay que hacerlo todo bien, que la imperfección no tiene cabida claramente no es bueno para nadie.

Por eso, la sicóloga Marie Louise Duhalde cree que es tiempo de pensar por qué se le da tanta importancia a lo externo y no se confía de igual modo en las propias capacidades. En vez de tanto experto o libro, lo mejor para la autoconfianza es detenerse a observar y conocer a los hijos.

Pregunta clave

Para empezar a actuar con libertad hay que partir por diferenciar cuándo uno está haciendo las cosas porque «quiere» de cuándo uno siente que «debe». Hacer más de lo segundo que de lo primero, sin duda, llevará en algún momento a explotar.

También es bueno preguntarse si se está viviendo en el paradigma de poder ser feliz o en el de cumplir expectativas imperantes en la sociedad.

«¿Uso estos recursos como apoyo a mi labor formadora o son sustitutos de mi rol? ¿Responden a mi amor por el otro o más bien a un deseo narcisista de que sea perfecto o lo que yo no fui?», se cuestiona Bárbara Placencia.

«Muchas veces no lo vas a hacer bien y así es la vida», dice Marie Louise Duhalde. «El ser humano debe estar preparado para sufrir dolores. Si uno no alcanza a llegar, el niño tendrá que vivir la pena nomás».

Bárbara Placencia llama también a confiar en los tiempos y procesos del niño. «Uno lee que a tal edad tiene que caminar y quiere que lo logre incluso antes. Entonces, en vez de acompañar y descubrir al hijo en su originalidad, puedo estar llevándolo a una estandarización y eso es súper estresante para ambos».

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